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Datos: ¿cómo hemos llegado hasta aquí?

Ivan Mariblanca Flinch, fundador y director general de Canopé, explica por qué estamos en una situación de infobesidad y cómo está vinculada a nuestro consumo de datos.

En 1969, el hombre fue a la Luna con sólo 70 KB de datos, aproximadamente el tamaño medio de un correo electrónico. Hoy en día, un usuario consume unos 4 000 GB de datos al año, lo que supone 57 millones de veces la cantidad de datos para ir a la Luna.

Esto se debe a nuestros hábitos digitales. En 2021, en un solo minuto, se publicaron 500 horas de vídeos en YouTube, se enviaron 69 millones de mensajes a través de WhatsApp y Facebook Messenger, se compartieron 695 000 historias en Instagram y se enviaron 197 millones de correos electrónicos. Y toda una vida no bastaría para ver los vídeos que se añaden a diario en YouTube.

En la última década, el tráfico de Internet se ha duplicado cada 18 meses. ¿En qué medida el consumo de todos estos datos digitales favorece el desarrollo de nuestra sociedad y repercute en el clima?

Nos equivocaríamos si pensáramos que estamos sustituyendo nuestros dispositivos electrónicos porque se están volviendo lentos. Son los softwares que se están volviendo demasiado pesados.

La infobesidad se caracteriza por un exceso de contenido, de diseño, de líneas de código en una página web, en un servicio o un producto digital. Se trata de datos digitales utilizados con fines estéticos más que funcionales. Entre 1995 y 2015, el peso medio de las páginas web se multiplicó por 115. Entre 2010 y 2018, los datos transportados por la redes de telecomunicación se cuadruplicó, pasando de 0,5 a 2.000 millones de terabytes al año. Y el número de servidores que contienen estos datos casi se ha duplicado, de 35 millones a 61 millones. La infobesidad también se refleja en el desarrollo de nuevas aplicaciones para las empresas. El 25% de las aplicaciones y programas desarrollados o adquiridos por las empresas no se utilizan nunca, y además, las empresas destinan el 5,8% de sus presupuestos a aplicaciones infrautilizadas. Por último, la infobesidad del software también se explica por el aumento incontrolado del número de líneas de código. Por ejemplo, la versión Tiger de Mac OS X tiene 82 millones de líneas de código y Microsoft Office 2013, 42 millones. Esto son varias veces el número de líneas de código para hacer volar un avión comercial Boeing. Con cada actualización de este software, se añaden más líneas de código a las versiones anteriores. Nos equivocaríamos si pensáramos que sustituimos nuestros dispositivos electrónicos porque se vuelven lentos. Son los softwares que se vuelven demasiado pesados. Es como conducir con cuatro personas en un coche y, a medida que se avanza, se va ganando peso hasta que el coche se sobrecarga. El coche tendrá más dificultades para funcionar y avanzar, no por una pérdida de potencia, sino por el peso extra. Lo mismo ocurre con el software. Lo mismo ocurre con el planeta.

Texto publicado inicialmente en Arc Info